miércoles, 17 de diciembre de 2025

El vagón del deseo

El vagón del deseo, microteatro escrito por Lucas Lagré y dirigido por Maximiliano Galeano, confirma que el formato breve no es sinónimo de ligereza, sino de precisión. En apenas quince minutos, la obra logra condensar tensión dramática, humor y una notable cercanía emocional, apoyada en un dispositivo escénico que apuesta por la inmersión total del espectador.

El microteatro, como experiencia, propone un pacto distinto: lugares  pequeños, público reducido y una proximidad que borra la frontera tradicional entre escena y platea. Aquí, ese pacto se potencia al máximo. El vagón —espacio temático, íntimo y cargado de simbolismo— no solo funciona como escenografía, sino como un territorio vivo donde el deseo, la incomodidad y el juego de miradas circulan sin filtros. El espectador no observa: viaja.

La dramaturgia de Lagré se sostiene en diálogos ágiles y situaciones reconocibles, donde el humor aparece como una puerta de entrada a zonas más profundas del vínculo humano. Hay risa, sí, pero también una lectura sutil sobre lo que se desea, lo que se calla y lo que se proyecta en el otro durante ese trayecto compartido que es tanto literal como metafórico.

Las actuaciones de Celeste Gerez y Roberto Casale son, sin exagerar, brillantes. Ambos comprenden a la perfección las reglas del formato: no hay margen para el exceso ni para la dispersión. Cada gesto, cada pausa y cada inflexión vocal están calibrados para un público que respira a centímetros. La química entre los intérpretes es inmediata y sostiene la verosimilitud del encuentro, generando una calidez que se contagia y envuelve.

La dirección de Maximiliano Galeano acompaña con inteligencia este entramado, potenciando el carácter inmersivo sin subrayados innecesarios. Todo fluye con naturalidad, como si el vagón existiera desde siempre y el público hubiera sido invitado —casi sin darse cuenta— a ocupar un asiento más.

En mi debut en el formato microteatro, la experiencia fue en Villa Urquiza, y salí contenta y agradecida. Agradecida por un teatro que se anima a correrse de los moldes, que busca nuevos públicos y que demuestra que, incluso en quince minutos y en un espacio mínimo, puede suceder algo grande. El vagón del deseo es, justamente, eso: un viaje breve, intenso y disfrutable, que deja ganas de volver a subir. Para ver! (Meche Martínez)

martes, 9 de diciembre de 2025

Ama de casa morbosa

 

En “Ama de Casa Morbosa”, Pol Ajenjo entrega un libro de poesía que se instala en una zona difícil de definir y, justamente por eso, profundamente fértil: un territorio donde la lengua se inflama sin desbordarse y la imagen se afila sin volverse estruendo. No es un poemario ni extenso ni escueto: encuentra una extensión justa, casi calibrada, que permite que el clima se sostenga, que la respiración poética no pierda pulso, que la voz conserve su intensidad sin agotarse. Esa precisión estructural es ya una declaración estética.

Desde el prólogo —que funciona menos como llave de entrada y más como ritual de advertencia— queda claro que Ajenjo no busca seducir con lo fácil. Se aventura en una poética de aridez lúcida, de acidez organizada, donde cada textura verbal responde a una ética de la concentración. La lengua es trabajada hasta el borde de lo decible y, aun rozando lo indecible, evita caer en lo brutal. La violencia, cuando aparece, es formal; la perturbación, antes que temática, es una operación sobre el lenguaje.

La escritura avanza como una juglaría sombría, una cadencia que entrelaza lo doméstico con lo ominoso. La figura del ama de casa —tan cargada culturalmente, tan asociada a lo cotidiano, lo servicial, lo materno— adquiere aquí una dimensión mitológica, casi sacrificial. En esa torsión recae uno de los grandes logros del libro: la capacidad de tomar símbolos reconocibles y tensarlos hasta volverlos inquietantes, sin que se pierda la belleza de la línea, sin que se descuadre la música interna del poema. No hay efectismo; hay precisión. No hay estridencia; hay ritmo, respiración, silencios.

El lector atento encontrará resonancias —no imitaciones— con la tradición de artistas como Fernando Noy, Urdapilleta y hasta Olga Orozco, sí. No en la cita, sino en la concepción del lenguaje como materia orgánica, capaz de incrustarse en el cuerpo del texto y modificarlo. Pol Ajenjo escribe, en su primer libro, desde una modernidad singular: no busca la ruptura abrupta, sino la sofisticación que se logra por torsión, por pliegues, por una sensibilidad que elige tensar las reglas antes que destruirlas.

Lejos de la poesía dura, explícita o efectista, Ama de Casa Morbosa apuesta a una sutileza que hiere sin ruido. Es un poemario que exige atención y que pide tiempo: no se entrega rápido, no se explica, no busca complacer. Es en esa negativa a lo inmediato donde gana su potencia: cada lectura deja una marca, una pequeña fisura.

Una capa que no puede obviarse: la belleza del gesto de un autor que, después de tantos años, finalmente publica. Hay algo conmovedor en esa demora, en ese pulido silencioso, en ese trabajo paciente que ahora sale a la luz. El libro respira esa madurez: la de quien ha vivido con sus poemas largo tiempo. “Ama de Casa Morbosa” es un debut tardío que no solo justifica la espera: la convierte en parte esencial de su fuerza. Recomiendo. (Meche Martínez)


domingo, 7 de diciembre de 2025

Italpark de Javier Naldjian

 


Por: Meche Martinez

El Italpark vuelve a latir. No como un parque de diversiones resurrecto —eso sería imposible— sino como un territorio emocional que, en manos de Javier Naldjian, se abre como un álbum de recuerdos que Buenos Aires creía haber guardado para siempre. Durante treinta años fue un hogar del asombro: un conglomerado de risas, panchos, corridas, vértigo y tardes extensas que parecían no terminar nunca. Fue un rito casi iniciático para generaciones enteras que crecieron entre la década del sesenta y los noventa. Hoy sobrevive sólo en la memoria. Un fantasma dulce.

Pero la memoria tiene una forma bella de desafiar a la desaparición: alguien vuelve a nombrar lo perdido, y lo perdido respira. Naldjian nos invita a entrar nuevamente por esa puerta que ya no está: la del Italpark.

Su mirada es extraordinaria. No se limita a registrar; acaricia. Pone en imágenes no solo las atracciones del pasado —la montaña rusa, los autitos chocadores, el tren fantasma, el zamba— sino la vibración íntima que tenían, aquello que en cada uno de nosotros se transformaba en un latido particular. Su sensibilidad transforma el parque en una constelación afectiva: cada juego como una estrella, cada recuerdo como un brillo mínimo que insiste en no apagarse.

El documental también sabe detenerse, con una delicadeza infinita, en la herida que partió la historia del parque en dos. El Matterhorn. El 29 de julio de 1990. La muerte de Roxana Alaimo, con solo quince años. Naldjian no evade el dolor; lo honra. Lo ilumina sin sensacionalismo, con un respeto profundo, porque la memoria no solo preserva lo feliz: también sostiene lo que nos marcó con una gravedad imposible de olvidar.

Mientras recorre ese universo perdido, el director traza un puente entre la nostalgia íntima y la memoria colectiva. Para él —y para tantos— el Italpark fue irrepetible. Para mí, como para millones, era también una salida accesible, una alegría barata y perfecta: tomar el Pasaporte para que todo rendiera más, para subir a la mayor cantidad de juegos posible, para sentir que por unas horas Buenos Aires era un territorio sin adultos, sin relojes, sin límites.

Podría enumerar la escena exacta del documental en la que uno viaja directo al corazón de la nostalgia, pero no lo haré. Hay que permitir que el espectador llegue solo. Que, al verla, el cuerpo recuerde el propio vértigo, el propio pancho con coca, las papas en cono que ardían en la mano, la carrera ansiosa hacia el próximo juego. Ese ritual compartido, casi tribal, que nos hacía sentir parte de algo grande y simple a la vez.

La obra de Javier Naldjian es, en definitiva, una joya: una pieza de arte documental que conjuga belleza, sensibilidad y memoria. Recupera un espacio que parecía destinado al olvido y lo devuelve convertido en emoción pura. Es la prueba de que, aun cuando la ciudad cambia y los parques se esfuman, la experiencia vivida permanece. Y, mientras alguien la cuente con esta delicadeza, jamás dejaremos de recordarla.

Brillante mirada. Brillante evocación. Un homenaje que abraza. Y una película que, por unos instantes, nos permite volver a entrar —con el corazón abierto— al parque que nunca debimos perder.

VER:


Finalista en el festival de cine independiente London Awards, Reino Unido 2024. Finalista en el Metropolis Film Festival 2024. Milán, Italia. Seleccionado en el Buenos Aires International Film Festival 2025, Argentina. Podés enviarme tus comentarios a: javiernaldjian@yahoo.com.ar

DIRECCIÓN Javier Naldjian

POST PRODUCCIÓN Estudio Mandinga

POSTPRODUCCIÓN DE IMÁGENES Y SONIDOS Virginia Vitullo

MEZCLA Leonardo López

CÁMARA Javier Gómez

MÚSICA "REFUGIO" (Javier Naldjian)

Interpretación y arreglos: Eduardo Minervino

© 2024 – Javier Naldjian.

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sábado, 29 de noviembre de 2025

El brote

 

Volver porque el teatro late

El otro día me preguntaron por qué había vuelto a ver El brote. Podría haber respondido con un ABC prolijo, de esos que parecen respuestas inteligentes:
¿Volví por la admiración al joven dramaturgo y director Emi Dionisi, que escribe y conduce con una lucidez inquietante?
¿Volví por la entrega de un actor enorme como Roberto Peloni, ese intérprete infalible que habita cada escena como si la piel se le volviera texto?
¿Volví por el sello artístico de Sebastián Escurra, que sabe producir con sensibilidad y rigor, como si cada proyecto fuera una declaración de amor?
¿O por esa escenografía de Micaela Sleigh, funcional y a la vez expansiva, que abraza un unipersonal y lo hace enorme en un escenario tan colosal como el Maipo?
Quizás volví por la iluminación precisa y vibrante de Agnese Lozupone, que no acompaña: respira junto al personaje.

Podría haber dicho todo eso. Y todo sería cierto. Pero no sería suficiente.

Tal vez me seduce volver porque El brote carga con esa mezcla misteriosa de premios, reconocimiento y honestidad artística rara de encontrar. O quizás porque guardo la nostalgia de los primeros pasos en el Teatro del Pueblo, y siento que cuando algo nace bien, cuando algo se vuelve genuino, hay que acompañarlo incluso en los escenarios comerciales, donde también late la resistencia. Porque sí: cuando una obra nuestra —argentina, creada y actuada con identidad propia— inicia una gira internacional, hay que celebrarla. El corazón que ama el teatro agradece esas victorias.

Vuelvo porque este equipo es coherente: dice, hace y transmite en la misma sintonía. Esa coherencia es un imán. Me engancha, me seduce, me impulsa.

El brote habla de un actor al que se le borran los bordes entre ficción y realidad, un hombre que empieza a desconfiar de quien escribe los acontecimientos de su vida.
“¿Qué clase de personaje somos en esta historia?”, se pregunta. Ahí la obra se expande: ya no es solo el delirio de un intérprete; es también el espejo donde todos vemos esos puntos ciegos que no sabemos si vivimos… o si alguien los escribió por nosotros.

Por eso fui una segunda vez. Quizá vaya por una tercera. ¿Por qué no? Cuando algo vibra, cuando una obra te busca y te encuentra, se vuelve necesario repetirlo.

Última función, martes 20:30, en el Teatro Maipo. Este equipo, este talento, esta entrega, será siempre de mi preferencia. Siempre. (Meche Martínez)

 

La Revista del Cervantes

 


Por: Meche Martinez

Hay espectáculos que uno ve una vez y recuerda. Pero hay otros—muy pocos—que cuando uno vuelve a verlos, de pronto comprende. Comprende el murmullo en los pasillos cuando recién estaban gestándose. Comprende el alboroto, las expectativas cruzadas, la intriga casi febril que rodeaba a la creación de La Revista del Cervantes. Comprende, sobre todo, ese presentimiento colectivo de que algo grande estaba por nacer.

La segunda vez que la vi, entendí que no era un espectáculo: era un acontecimiento.
Y ese acontecimiento se sostiene, late y respira gracias a un elenco que parece venir de un tiempo donde el teatro era rito, desmesura y comunión.

Un elenco que encarna épocas

Jessica Abouchain e Iride Mockert: dos presencias que no solo cantan. Ellas elevan la escena. Son voces que abren puertas a una sensibilidad que ya no abunda, y cuando aparecen, parece que el telón se abre un poco más para dejar pasar otra luz.

Francisco Andrade, Jerónimo Giocondo Bosia, Romina Groppo, Nacho Pérez Cortés: cada uno, con un estilo distinto, aporta esa finura que convierte una sucesión de cuadros en una obra mayor.

Mónica Antonópulos y María Rojí, por su parte, son de esas artistas que tienen una cualidad poco frecuente: estar. Estar sin sobrecargar, estar sin desbordar, estar con una verdad que se impone aun en el artificio brillante de la revista. Roji, especialmente, tiene ese magnetismo que hace que uno siga su trazo, su gesto, su intención.

Y qué decir de Alejandra Radano y Carlos Casella, esa dupla que parece haberse encontrado en un punto exacto donde la comedia y la tragedia se unen como si estuvieran de acuerdo. Son vértice y vértigo. Son ese lugar desde donde la revista se vuelve también pensamiento, guiño, herida y carcajada.

Los espíritus de Pinti y Tato, vivos sobre el escenario

Cuando Sebastián Suñé se convierte en Pinti y Marco Antonio Caponi en Tato, no estamos viendo imitaciones. Lo que vemos es un acto de amor teatral, una reencarnación respetuosa y vibrante que no copia: actualiza. Nos dicen cosas que ya sabemos porque así vivimos los argentinos, pero lo hacen con tanta lucidez y gracia que la risa se mezcla con un pequeño temblor interior.

La contundencia que irrumpe

Javier Marra y Fabián Minelli pertenecen a esa clase de artistas que no piden permiso para adueñarse del aire. Cada aparición suya es una irrupción: uno siente que pasan cosas cuando ellos entran, que la escena se modifica, que hay que mirar.

Un coro de cuerpos y una orquesta que sostiene el mundo

La corpo de bailarines, al unísono, es puro esplendor. Un espejo móvil donde la revista se perpetúa.
Y la orquesta en vivo, dirigida por el gran Fernando Albinarrate, es una respiración subterránea: sostienen, impulsan, acarician y a veces hasta empujan a la escena hacia una emoción más grande.

La mirada que lo unifica todo

La dirección de Pablo Maritano es precisa, sensible, inteligente. Es la mano firme que ordena el caos radiante de la revista y la convierte en obra, en memoria, en gesto de época. Que la obra vuelva en 2026 es una fortuna para todos los que amamos el teatro y para quienes todavía no saben que la revista puede ser un arte mayor.

Brillante, inevitable, inolvidable

La Revista del Cervantes no es solo un espectáculo.
Es un universo, una fiesta de sentidos, un diálogo entre generaciones, un renacer de un género que parecía dormido y de pronto vuelve con una fuerza que conmueve.

Y sí, salí nuevamente subyugada.
Porque ver algo tan distinto a lo acostumbrado, tan osado y tan bien hecho, es recordar por qué uno ama este oficio de mirar teatro: porque a veces, muy pocas veces, el escenario se abre y deja pasar una belleza nueva.

Brillante La Revista del Cervantes.
Brillante ahora y brillante lo que vendrá.

Por: Meche Martinez




Libro: Alfredo AllendeSebastián BorensteinJuan Francisco DassoMarcela GuertyJuanse Rausch

Orquestación Especial: Gerardo Delgado

Actúan:

Jessica AbouchainFrancisco AndradeMónica AntonópulosMarco Antonio CaponiCarlos CasellaJerónimo Giocondo BosiaRomina GroppoJavier MarraFabián MinelliIride MockertNacho Pérez CortésAlejandra RadanoMaría RojíSebastián Suñé

Bailarines:

Yésica AlonsoErnesto Chacón OribeMaria Del Mar CodazziMagali del HoyoVictoria DelfinoPablo FermaniDiego FrancoLiber Andrés FrancoLeonardo GattoJuan Salvador Gimenez FarfanJuan Pablo GonzálezYamila GuillermoVictoria HidalgoVirginia LópezInés MaasNicolas MirandaRafael PeraltaMauro PodestaBettina QuintáCandela RodriguezVictoria Viberti

Músicos:

Gastón AguilarAlejandro Álvarez FioreErnesto Augusto JoséVioleta AverbujFausto Castaño GarcíaBryan CeaMalena DávilaGerardo DelgadoAlejo FumarolaJuan Gabriel AcostaJoaquin Rodrigo IslaAnahí María SelciKevin NaranjoFederico OrlandoJason Steven Pérez CeaSofía RieraDavid Felipe ScarpettaSamuel Valenzuela Díaz

Diseño de vestuario: María Emilia Tambutti

Diseño de escenografía: Andrea Mercado

Diseño De Sonido: Ariel GatoCamilo Zentner

Diseño Audiovisual: Juan Bautista Selva

Diseño De Iluminación: Verónica Alcoba

Asistencia coreográfica: Camila BianchiCandela MosqueraRamiro Soñez

Asistencia De Producción: Lucero Margulis

Asistencia de vestuario: Ana Clara Cavalieri

Asistencia Coreográfica: Florencia Del Rivero

Asistencia de dirección: Victoria BeheranJuan DoumecqAlejandro Pellegrino

Asistencia De Dirección Musical: Carolina Murphy

Arreglos musicales: Fernando AlbinarrateGerardo Delgado

Arreglos Vocales:  Fernando Albinarrate

Productor Del Tnc: Nadia CrosaAnabella Iara Zarbo Colombo

Colaboración artística: Carolina BasaldúaBárbara Gargiulo

Coreografía: Andrea Servera

Puesta en escena: Pablo Maritano

Dirección musical: Fernando Albinarrate

Dirección general: Pablo Maritano

TEATRO NACIONAL CERVANTES
Libertad 815 
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4816-4224
Web: 
http://www.teatrocervantes.gob.ar/
Entrada: $ 20.000,00 - Domingo, Jueves, Viernes y Sábado - 20:00 hs - Hasta el 12/12/2025

 

viernes, 21 de noviembre de 2025

Experiencia Dalia Gutmann

Experiencia Dalia Gutmann

Encontrarse con Dalia Gutmann no es simplemente ir a ver un espectáculo: es ingresar a un territorio emocional donde la risa funciona como llave maestra. Su nuevo unipersonal, cuyo título ya anticipa esa invitación a un viaje compartido, despliega con precisión quirúrgica todos los frentes que una mujer atraviesa entre los 40 y los 50: los miedos que no se dicen, los mandatos que se arrastran, las torpezas tiernas, los vínculos que mutan, las amigas que sostienen y los amores que se construyen con la contradicción a cuestas.

Gutmann se expone como quien abre la ventana para que entre el viento de frente: sin filtro, sin maquillaje emocional, riéndose de sí misma mientras nos reconoce. Y ahí aparece la magia: esa sensación de que lo que vive ella podría estar pasando en nuestra propia cocina, en nuestra cama deshecha, en el chat con la amiga del alma. Por eso las salas se llenan —un 98% de mujeres, casi como una convención de identificación masiva— y por eso se repiten. A Dalia se la sigue como a alguien que nos traduce, que pone voz donde a veces nosotras ponemos suspiros.

La propuesta es un reto hermoso e injusto es intentar no reírse. Misión perdida desde el minuto uno. Ella convierte los mambos en risas, y lo hace con tanta eficacia que hasta los baños del Maipo quedan desbordados. Y entonces, claro, una termina en el baño de hombres, cruzándose con los tres valientes de la noche —uno, Ariel Staltari— que también ríen con ese desparpajo compartido que solo un buen show sabe habilitar.

Lo que sucede arriba del escenario tiene la firma invisible pero luminosa de Mariela Asensio, una directora que entiende la fibra humana mejor que nadie. Su sensibilidad dialoga con la ductilidad de Gutmann en un código perfecto: la actriz se entrega, la directora la sostiene, y entre ambas construyen un espacio donde el humor se vuelve un espejo dulce, una caricia sincera, un alivio necesario.

Las mujeres participan, aplauden, se desternillan mientras Gutmann descose y recompone la escena a su antojo. Hay ruido, evocación, ternura, inteligencia, oficio. Muy poco de ama de casa y muchísimo de artista. Muchísimo de mujer capaz de burlarse del caos para volverlo relato. Muchísimo de una voz que representa a una generación entera.

Ir a ver Experiencia Dalia Gutmann en una noche cualquiera de semana es casi un acto de autocuidado: un recordatorio de que pasarla bien es un derecho femenino, empoderado y vital. Y sí, siempre vale la pena regresar. (Meche Martinez)

 


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martes, 18 de noviembre de 2025

La lógica de la culpa

 

🎭 La Lógica Implacable del Reencuentro en el Teatro del Pueblo

En el corazón vibrante de Buenos Aires, el mítico Teatro del Pueblo —cuna de un teatro de verdad, auténtico y necesario— se alza el telón para acoger La lógica de la culpa, una pieza que trasciende la mera representación para devenir en un estudio agudo sobre el peso del tiempo y la arquitectura del remordimiento. Corina Fiorillo, en su doble rol de autora y directora, nos ofrece un mecanismo dramático tan hermoso como rigurosamente cronometrado a reloj de arena, donde cada segundo cuenta, cada revelación es una gota que erosiona el presente.

El encuentro casual de dos amigos tras veintisiete años de elocuente silencio funciona como la sutil apertura de una caja de Pandora emocional. Gustavo Pardi y Roberto Vallejos componen un dúo actoral de una solidez excepcional. Sus interpretaciones, despojadas de artificio, trazan con dolorosa precisión la cartografía interna de dos vidas que creían haber sellado un pasado, pero que ahora se ven obligadas a revisitarlo. La química entre ellos es un hilo tenso que anticipa la inminente fractura.

La obra, fiel a su espíritu y lenguaje, se permite la exquisita licencia de evitar el artificio del negro escénico. Las secuencias se hilvanan en una continuidad luminosa que subraya la imposibilidad de evadir la verdad; no hay ningún apagón que alivie o esconda el proceso. Las luces de Ricardo Sica no son un mero acompañamiento, sino una herramienta narrativa que esculpe la atmósfera opresiva y la revelación.

El universo sonoro, tejido por Tomás Pol, lejos de ser un fondo, es el latido sordo de una culpa que resurge con la fuerza de lo oculto. A partir de ese reencuentro, todo muta irreversiblemente. El hecho pretérito cae sobre ellos como un mazo, y el espectador es testigo privilegiado de cómo nada volverá a ser igual. Fiorillo nos invita a reflexionar: ¿puede la amistad sobrevivir a la lógica brutal de una verdad largamente postergada? Una obra excelente, profunda y conmovedora. (Meche Martinez)

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Dramaturgia: Corina Fiorillo

Actúan: Gustavo PardiRoberto Vallejos

Música original: Tomás Pol

Diseño De Iluminación: Ricardo Sica

Fotografía: Nacho Lunadei

Comunicación: Marcos Mutuverría

Diseño gráfico: Moreno Pereyra

Asistencia de dirección: Glenda Aramburu

Prensa: Marcos Mutuverría

Dirección: Corina Fiorillo

TEATRO DEL PUEBLO
Lavalle 3636 
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 75421752
Web: 
http://www.teatrodelpueblo.com.ar
Sábado - 17:00 hs - Hasta el 22/11/2025
Sábado - 17:00 hs - 29/11/2025

 

 

El vagón del deseo

El vagón del deseo , microteatro escrito por Lucas Lagré y dirigido por Maximiliano Galeano, confirma que el formato breve no es sinónimo ...