Dolores
Reyes explotó en la industria editorial independiente hace muy poco, la repercusión que ganó su historia
“Cometierra”, la colocó en un lugar destacado, donde todos queríamos saber de
esta nueva escritora.
Docente,
milita por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, y tiene siete hijos;
y no es una contradicción, ya que además desde su lugar plantea como necesaria la Educación Sexual
Integral (Esi), eso la vuelve una personalidad más interesante a la hora de
pensar en qué escribe y por qué lo hace tan bien.
Es
minuciosa en sus lecturas, correcciones, relecturas y revisiones, y eso se ve
claramente en el material que entregó a la Editorial Sigilo ,
y como bien aclara siempre, “fue un trabajo arduo”.
La novela
tiene una dedicatoria a dos víctimas de femicidio, Araceli Ramos y Melina
Romero, mencionarlas supongo que resignifica a todas las mujeres muertas y en
ellas dos, quiso recordar a esa lista interminable, que por momento sus nombres
entran en nuestras casas y después se pierden en una estadística sin justicia.
La novela
se abre a muchas posibilidades narrativas, pero ese símbolo que nació como una
idea visual en uno de los talleres a los cuales asiste Dolores Reyes, se volvió
el eje central y el protagónico más conmovedor.
Muere la
madre, y para ella (la
Cometierra ) es una pérdida desoladora, entonces decide
llevarse algo de ese instante que emocionalmente la abatía. Fue cuando decidió comer tierra donde
descansaría el cuerpo de su madre. Notó que tenía un don a pesar del rechazo
que el acto podía producir, ahí descubrió que en la tierra había mucho, para
ella en especial.
Contar más
sería “spoliar”, como se dice actualmente sobre una trama que cruda y cruel
atraviesa cada página de esta novela.
Pero en la
creación del libro, hay un gran trabajo de imaginación y una atenta escritura a
la voz, a lo que se escucha, a lo que escuchan y a lo que se calla pero igual
se ve.
Leer
“Cometierra” fue sumergirse desde la primera página en el dolor, en eso que
estremece, en cruzar mil y unas sensaciones corporales, entrar en una empatía
verdadera y corporificar el rechazo, el asco,
el hartazgo por la injusticia. Fue creer en la escritura de esta novela,
sentir que es necesaria y contener la pena de transitar los párrafos finales, porque
es uno de esos libros que se desea no llegue a su fin.
“Leer a las mujeres fue un
modo de transformar nuestras homéricas cargas de dolor, odio y violencia
contenida en una fuerza productiva alternativa y nueva”, dijo el querido
Leopoldo Brizuela. Recorrer el camino de palabras que propone Dolores Reyes, es
saber que lo que dijo el autor de Inglaterra es cierto. (Meche Martinez)
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