sábado, 29 de junio de 2019

Mirta Ovsejevich, palabra eterna

Mirta Ovsejevich, palabra eterna

Nunca me tocó en mi carrera como periodista, realizar una devolución póstuma. Pero cuando me enteré de su partida, quise hacerme de esos libros que me faltaban de ella y que sé quería que leyera. Mirta Ovsejevich, autora de “Gstaad, 1996” y “Quiero tener todas las noches esos sueños”, la movía solamente la pasión y ese estado hizo que prolongue su vida. 

Fue un gran aliento para muchas personas que escriben y creen que no podrán concretar sus objetivos. Con 63 años publicó en el 2015 por primera vez,  y generó contenidos evocativos, pues tenía la necesidad de dejar plasmadas  tantas anécdotas propias como de su grupo de pertenencia.
Lamenté mucho que me hayan robado el celular cuando supe de su partida, allí tenía su voz y algunos audios donde me contaba, el por qué del empeño en publicar dos libros juntos.
Como parte de una realidad que padecía y como al pasar me contó que tenía epoc, una mochila de oxígeno y dos novelas que pensaba publicar juntas, “por si me muero”, me dijo. Minimicé el comentario, no pensé que esa expresión lanzada al viento, podía ser una verdad tan cercana.

Y las publicó, esas dos novelas son “Gstaad, 1996” y “Quiero tener todas las noches esos sueños” (Ediciones Deldragón), ahora están en mi biblioteca pero Mirta ya se volvió eterna al editarlas.
Escribió tres novelas y un libro de cuentos, con la profunda necesidad de recuperar el tiempo perdido, basándose en la “autoficción”, así llamaba a su literatura.  
Gozaba de una ironía increíble, que aplicaba a cada uno de sus escritos, incluso el drama, el dolor, el miedo a la muerte lo desdoblaba en lúdicas humoradas como para exorcizar esos momentos.
El primer libro que llegó a mis manos, me lo alcanzó la joven escritora Clara Anich, creadora también del grupo Alejandría. “Solo pido que sea presentable”, fue publicada en el 2015, y trataba con una narrativa elocuente la historia de Mónica, una mujer que llevaba 8 años de divorciada y estaba a punto de cumplir los 50. La protagonista era de la colectividad judía como Mirta Ovsejevich, y Mónica debía seguir la tradición de tener un hombre a su lado, y así contaba las peripecias de encontrar un compañero. 

"Gstaad 1996” la encontró más adulta y se permitió contar con un lenguaje mejorado, otras temáticas, por eso allí plasmó el anecdotario de un joven de 20 años que quería conocer a su padre.
“Quiero tener todas las noches esos sueños” es una narrativa en presente, que comienza con una niña. La autora ahí licua todos sus fantasmas, sus fantasías y sus pensamientos quizá poco cómodos para soportar en la mente, y más llevando una enfermedad tan destructiva.
Mirta Ovsejevich  no esperó a la muerte sentada en un sillón y hamacándose entre lágrimas, siguió escribiendo, tal vez el final del recorrido la sorprendió entre ironías sarcásticas.

Me hubiera gustado conservar su voz cascada, porque en esos audios Mirta Ovsejevich seguía llena de ilusiones, ganándole al tiempo, sacando ventajas, contando más historias de autoficción. Léanla, se las recomiendo especialmente. (Meche Martínez)


No hay comentarios:

Publicar un comentario

La literatura que desafía el silencio

  En el marco de los debates sobre los libros cuestionados por Victoria Villarruel, surge una reflexión inevitable sobre el poder de la pala...