Mirta Ovsejevich, palabra eterna |
Nunca me tocó en mi carrera como
periodista, realizar una devolución póstuma. Pero cuando me enteré de su
partida, quise hacerme de esos libros que me faltaban de ella y que sé quería
que leyera. Mirta Ovsejevich,
autora de “Gstaad, 1996”
y “Quiero tener todas las noches esos sueños”, la movía solamente la pasión y
ese estado hizo que prolongue su vida.
Fue un gran aliento para muchas
personas que escriben y creen que no podrán concretar sus objetivos. Con 63
años publicó en el 2015 por primera vez,
y generó contenidos evocativos, pues tenía la necesidad de dejar
plasmadas tantas anécdotas propias como
de su grupo de pertenencia.
Lamenté mucho que me hayan robado
el celular cuando supe de su partida, allí tenía su voz y algunos audios donde
me contaba, el por qué del empeño en publicar dos libros juntos.
Como parte de una realidad que padecía
y como al pasar me contó que tenía epoc, una mochila de oxígeno y dos novelas
que pensaba publicar juntas, “por si me muero”, me dijo. Minimicé el
comentario, no pensé que esa expresión lanzada al viento, podía ser una verdad
tan cercana.
Y las publicó,
esas dos novelas son “Gstaad, 1996”
y “Quiero tener todas las noches esos sueños” (Ediciones Deldragón), ahora están en mi biblioteca pero Mirta ya se
volvió eterna al editarlas.
Escribió tres
novelas y un libro de cuentos, con la profunda necesidad de recuperar el tiempo
perdido, basándose en la “autoficción”, así llamaba a su literatura.
Gozaba de una
ironía increíble, que aplicaba a cada uno de sus escritos, incluso el drama, el
dolor, el miedo a la muerte lo desdoblaba en lúdicas humoradas como para
exorcizar esos momentos.
El primer libro
que llegó a mis manos, me lo alcanzó la joven escritora Clara Anich, creadora
también del grupo Alejandría. “Solo pido
que sea presentable”, fue publicada en el 2015, y trataba con una narrativa
elocuente la historia de Mónica, una mujer que llevaba 8 años de divorciada y
estaba a punto de cumplir los 50. La protagonista era de la colectividad judía
como Mirta Ovsejevich, y Mónica debía seguir la tradición de tener
un hombre a su lado, y así contaba las peripecias de encontrar un compañero.
"Gstaad 1996” la encontró más adulta y se permitió
contar con un lenguaje mejorado, otras temáticas, por eso allí plasmó el anecdotario
de un joven de 20 años que quería conocer a su padre.
“Quiero tener todas las noches esos
sueños” es una narrativa
en presente, que comienza con una niña. La autora ahí licua todos sus
fantasmas, sus fantasías y sus pensamientos quizá poco cómodos para soportar en
la mente, y más llevando una enfermedad tan destructiva.
Mirta Ovsejevich no esperó a
la muerte sentada en un sillón y hamacándose entre lágrimas, siguió
escribiendo, tal vez el final del recorrido la sorprendió entre ironías
sarcásticas.
Me hubiera gustado conservar
su voz cascada, porque en esos audios Mirta Ovsejevich seguía llena de ilusiones, ganándole
al tiempo, sacando ventajas, contando más historias de autoficción. Léanla, se
las recomiendo especialmente. (Meche Martínez)
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