lunes, 4 de noviembre de 2019

Ya no tengo la dulzura de tus besos

Dos chicas de barrio, cancionistas vocacionales se presentan a una prueba en Radio Splendor, dentro de un reconocido programa radial, y deben demostrar su talento, delante de Jorge Mobili un guitarrista de horario corrido y pagos a cuenta, (hermosa interpretación), que está acostumbrado a escuchar voces poco agraciadas. Pero esa tarde, todos se llevaran todos una sorpresa.
La puesta es escrita y dirigida por Juan Carrasco, sostenida en el amor y con una narrativa totalmente nostálgica y romántica, que nos lleva a un momento histórico casi de casualidad y con pluma sensiblemente conmovedora.
El autor apela al tango para expresarse y elige muy bien cada temática que evoca, reivindicando la diferencia y armando un viaje por la nostalgia.
1935, ella es personal de servicio, y la otra trabaja en un frigorífico, una crédula prolija laburante en una distinguida casa de familia (Margarita- Malena Rossi) quien realiza una maravillosa composición,  y Aída, la obrera de fábrica que excelentemente Lía Viñao despliega con grandes humoradas y una voz prodigiosa. Ambas cuentas sus desventuras, aunadas por la pobreza, la miseria y el desconsuelo, pero unidas por la fe, esa fe que tienen siempre aquellos que quieren “pasar al frente” y “salir de la mala racha”.

El lenguaje de época, el vestuario, la ambientación, es sublime y sobrevuela todo el tiempo la nostalgia de eso que alguna vez fue, para quien interpreta como para quien escucha la historia. Actores y espectadores se disfrutan, las risas retroalimentan a los talentos que hay en escena y es innegable, y uno cuando sale de ver “Ya no tengo la dulzura de tus besos”, se va con el alma tibia y el corazón más contento. ¡Excelente!, Recomiendo una y otra vez. (Meche Martinez) 

En las milongas del sur, todavía quedan algunos memoriosos que celosos guardan el recuerdo de la singular historia de aquellas dos chicas de barrio, que allá por el año 35, a mediados del mes de junio, coincidieron en un concurso de canto que organizó en sus estudios un afamado programa de radio y que junto a un guitarrista que trabajaba para la emisora, entre charlas y canciones descubrieron que el destino es un Dios ciego y con un humor muy ácido, todo esto en el marco de un terrible suceso histórico.

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