Quedate donde el tiempo dure mas
A ver… ¿qué se puede decir después de haber visto por tercera vez Lo que el río hace?
A veces, el alma no quiere palabras, quiere ritual. Y el mío desde hace tiempo,
es ese:
El año se empieza con las Marull.
No importa cuántas
obras haya visto —36 desde enero, dicen mis anotaciones teatrales—,
el verdadero comienzo está ahí, donde el río se detiene para contar una
historia simple, sencilla como un pan caliente, como un abrazo sin aviso.
El teatro de las Marull no necesita alardes. Tiene algo que me sujeta el pecho
y me lo suelta al mismo tiempo.
Vi todo lo que
ellas crearon: La Pilarcita tres
veces, Vuelve, Yo no duermo la siesta cuatro, Lo que el río
hace, tres. Y no es porque no entienda lo que cuentan, no, es porque cada
vez que vuelvo, vuelvo a mí. Me devuelven algo, una parte mía que se había ido
con la corriente y que ellas con su río me traen de nuevo.
Las Marull no solo
hacen teatro, hacen comunidad, hacen ternura, hacen tiempo detenido, de ese que
no se compra con una entrada, ese tiempo en que una quiere quedarse a vivir.
Amo, como una
necesidad, a mis artistas, y a algunas como las Marull, les tengo distinción,
admiración, reverencia.
En un mundo que a
veces lastima, ellas curan, y cuando todo se vuelve ruido, ellas cuentan bajito,
y yo escucho, me dejo acunar por su teatro.
Gracias chicas por
recordarme que el arte no siempre grita, a veces, apenas susurra… y en ese
susurro, una se salva. Las quiero mucho. MECHE MARTINEZ
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