Experiencia Dalia Gutmann
Encontrarse con Dalia
Gutmann no es simplemente ir a ver un espectáculo: es ingresar a un
territorio emocional donde la risa funciona como llave maestra. Su nuevo
unipersonal, cuyo título ya anticipa esa invitación a un viaje compartido,
despliega con precisión quirúrgica todos los frentes que una mujer atraviesa
entre los 40 y los 50: los miedos que no se dicen, los mandatos que se
arrastran, las torpezas tiernas, los vínculos que mutan, las amigas que
sostienen y los amores que se construyen con la contradicción a cuestas.
Gutmann se expone
como quien abre la ventana para que entre el viento de frente: sin filtro, sin
maquillaje emocional, riéndose de sí misma mientras nos reconoce. Y ahí aparece
la magia: esa sensación de que lo que vive ella podría estar pasando en nuestra
propia cocina, en nuestra cama deshecha, en el chat con la amiga del alma. Por
eso las salas se llenan —un 98% de mujeres, casi como una convención de
identificación masiva— y por eso se repiten. A Dalia se la sigue como a alguien
que nos traduce, que pone voz donde a veces nosotras ponemos suspiros.
La propuesta es un
reto hermoso e injusto es intentar no reírse. Misión perdida desde el minuto
uno. Ella convierte los mambos en risas, y lo hace con tanta eficacia que hasta
los baños del Maipo quedan desbordados. Y entonces, claro, una termina en el
baño de hombres, cruzándose con los tres valientes de la noche —uno, Ariel
Staltari— que también ríen con ese desparpajo compartido que solo un buen show
sabe habilitar.
Lo que sucede
arriba del escenario tiene la firma invisible pero luminosa de Mariela Asensio,
una directora que entiende la fibra humana mejor que nadie. Su sensibilidad
dialoga con la ductilidad de Gutmann en un código perfecto: la actriz se
entrega, la directora la sostiene, y entre ambas construyen un espacio donde el
humor se vuelve un espejo dulce, una caricia sincera, un alivio necesario.
Las mujeres
participan, aplauden, se desternillan mientras Gutmann descose y recompone la
escena a su antojo. Hay ruido, evocación, ternura, inteligencia, oficio. Muy
poco de ama de casa y muchísimo de artista. Muchísimo de mujer capaz de
burlarse del caos para volverlo relato. Muchísimo de una voz que representa a
una generación entera.
Ir a ver Experiencia
Dalia Gutmann en una noche cualquiera de semana es casi un acto de
autocuidado: un recordatorio de que pasarla bien es un derecho femenino,
empoderado y vital. Y sí, siempre vale la pena regresar.
(Meche Martinez)
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